Al llegar a su portal después de la experiencia vivida en la Universidad, Marta ve cómo de un vehículo negro aparcado enfrente baja Marcus.

– ¡Hola, guapa! ¿Qué tal? Te invito a cenar. ¿Aceptas? He tenido un día movido en el ayuntamiento.
– ¡Genial! Tómate una copa mientras me ducho y me arreglo. ¡Vaya tarde he tenido yo también en la facultad!.

Poco después, envuelta sólo con una toalla, sale del baño y allí de pie en el dormitorio está Marcus con un whisky en la mano.
– ¿Me das un sorbito?- le pregunta ella insinuante.
– Claro, rubia…
– ¿Te han dicho alguna vez que te pareces a Daniel Craig?
– Muchas.
– ¿Me quieres un poco?
– Un poco.
– ¿Y hoy me vas a querer más?.
– Mucho más…

La toalla se desliza hasta el suelo y entre sus brazos Marta se deja hacer, abismada en sus ojos azules, se deja caer como en las aguas transparentes de un pozo profundo.
Siente el roce levemente áspero de su mejilla en la suya, la mano ruda en su nuca, el aroma a jazmín y a cuero de su perfume, la lengua jugando con sus lóbulos, abriéndose paso entre sus labios; su mano, mientras el beso la deja sin respiración, recorriendo su espalda hasta las nalgas, su miembro erecto, aprisionado en el pantalón, presionándola en el vientre.

Marta le desabotona la camisa y levanta la vista para ver la reacción en sus ojos. Le besa el torso, los pezones, mientras palpa , ahora el bulto en su bóxer , ahora su culo musculado.

Ya no le importa lo que fue o lo que será, sólo lo que es y pasa ahora.

De rodillas, le baja el bóxer y se introduce la polla, dura como una piedra, en la boca, la ensaliva, le chupa y saborea el glande y los testículos mientras le araña las nalgas y él le agarra la cabeza.

Marcus, ya desnudo, la tumba en la cama y, sobre ella, sujetándole los brazos por encima de su cabeza, la vuelve a besar, lentamente, degusta sus pechos como fruta madura y luego desciende al vértice de su sexo húmedo para comérselo con ansia. Le abre los labios para que su lengua entre profundamente mientras con dos dedos masajea su clítoris. Marta gime, mojada, apretándose las tetas y arqueándose con las piernas separadas.
Siente ahora cómo el pene con el capullo fuera la penetra despacio, cómo entra y sale repetidamente y los fluídos resbalan por sus ingles. El aliento dulce de Marcus, jadeando, en su oreja. Se muerden y los movimientos se aceleran como sus latidos. Cree flotar y, ensartada, un orgasmo nace en su coño y se irradia a todo el cuerpo, se estremece ante las sacudidas de las caderas del hombre. El tiempo parece detenerse. «¡Que no termine nunca!».
Marcus la gira y, colocándola a cuatro, la sigue follando desde atrás, tirando de su melena rubia sin que sienta dolor, sólo placer. Cada vez bombea a más velocidad mientras le estruja las tetas.

– Rubia .. me corro.. mmmmm…. – murmura.
– Sí…. juntos….hazlo en mi culo…. ¡ahhhh!!…

Y, extrayendo su miembro, eyacula entre gritos sofocados. El semen abundante se derrama en la piel blanca de Marta mientras ella posa la mano en su sexo que parece estar en carne viva.
Marcus la acoge entre sus brazos y se besan de nuevo.
– Esto, preciosa, es el aperitivo. A la vuelta de la cena, nos comemos juntos….el postre.

Un relato erótico de Markus Kurtz
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